De lo continuo he descosido un retal para hacerme una manta que me proteja de quienes hablan con lenguas sordas.
Extraña de ocho patas que sube por el cuello, tatuándome a mordiscos el veneno de la duda. En la sangre me quema los sueños, me mata la musa, me mece en la nada. Ansia y vomito palabras que excavan el suelo, hormigas que dejan tras de si la impertinencia de saber un secreto que te salva. La extraña crea una red y se mece en mi oreja.