Allá, en la cala, la tranquilidad se contaba en caracolas.
Las olas no rompían nunca,
se deshacían en espuma de merengue.
Los granos de arena eran independientes al viento,
cada uno de ellos era puro libre albedrío.
Las abejas polinizaban las dunas
y la hierba crecía sin raíces,
pajiza por mimetismo.
Cuando el mar y la arena se unían,
la división se hacía tangible en vez de aritmética,
azul y amarillo sin ser verde.
El cielo, exhibicionista sin nubes,
se dejaba surcar por avionetas.
El motor, amodorrado por almohadas de lejanía,
se hacía un hueco entre ola y ola.
Cuando los aviones se guardaban en la caja de juguetes del horizonte,
los granos de arena dejaban de mirar al cielo
para volver a la ardua labor de no confundirse los unos con los otros,
o quizá terminar conquistando algún castillo.
Las cenizas de San Juan,
Tizas a merced del viento,
Escribían nombres en las huellas mojadas.
Comentarios
la chica que consiga tu corazón va a ser muy afortunada
Escribes muy bien
p.d XD la dirección me la guardo.