9.
Afilaré entonces tus dedos de sal,
-dijo él -
Aguzaré pues tu piel de brasas,
Para deshacerme en pequeños trozos
De ti.
Quizá, mezclado en arena y coquinas,
Entre olas que no rompen la mañana,
Disperso entre la espuma que huye al aire.
Quizá, solo, quizá.
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