Fui alfiler hundida en el suelo, clavada en la tierra para no volar en los vientos de la tristeza. Fui alfiler clavada en mi pecho, planicie despoblada donde nada crece salvo el hastío. Fui y nunca volví, fuí y nunca supe ser hombre en el espejo.
Tengo una hija con un nombre por rostro, de nubes su cuerpo. Mi hija nonata se nutre de brevarios para crecer fuerte y un día estar en mis brazos.