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MUERTE EN EL OLVIDO

Este poema no es mío, sino de un autor llamado Ángel Gonzalez, nacido en Oviedo en 1925, a quien descubrí en una ventanilla de un autobús en Granada, junto a mi amiga Eva.

Hace tiempo que no bebo poemas, y ya empiezo a tener sed.

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MUERTE EN EL OLVIDO

Yo sé que existo
Porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo-el que la habita...

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Sabía que mis plumas eran de caña Por que el azúcar escapa de mí cuando te sobrevuelo. De ceniza mi pico, Incienso consumido sé decirte Al oído. Espejos negros mis ojos Donde mirar el aleteo de un adiós. Picotear las nubes para comer silencio, Hacerlas rojas y moradas de atardecer. Trino libertad hecha alturas, Cuando no hay suelo, Cuando no hay cielo. Los vientos me llenan las cañas de azúcar, Esparcen mis semillas entre cabellos de ángeles Y nacen nidos de brisa. Dadme más alturas.

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Escribí este pequeño cuento/poemario hace unos años, inspirada por los días de mi infancia que pasé cerca del mar, cuando mi padre trabajaba en un pequeño taller donde construía barcas (chalanas) para pescadores y algunos otros de dudosa profesión. En mi memoria se escribieron amaneceres, olas, escalibures en el horizonte, colores, el salitre, un cante flamenco que tardé mucho en asimilar (¿Ó en apreciar?), coquinas en la orilla, cristales tallados en sal (cada uno con su correspondiente historia y aventura por las corrientes marinas), el viento de levante, espirales en la arena, sueños por cumplir. Tardé mucho en procesar estos recuerdos, en darles una forma que finalmente, ó quizá momentáneamente, ha sido "Miralejos" .
Estoy seca de belleza interior porque con ella trato de nutrir mi rostro, cabello, cuerpo y piel. La autodestrucción del Yo para ser Ella es una dura moneda de cambio.